martes, 7 de julio de 2009

Cristiano Ronaldo, Michael Jackson y Plauto

Si algunos pensaron que la crisis económica podría poner algunas cosas en su sitio no podían estar más equivocados. Pensaban, ilusos ellos, que, con la que está cayendo, esta sociedad, inmersa desde hace tiempo en una debacle mucho más profunda que la material, volvería sobre lo andado para barrer con algunas de sus miserias.

No parece que vaya ser así.

Vaya por delante que no entiendo nada de fútbol. Vaya por delante así mi respeto también a los que aman este deporte y lo conocen y, por supuesto, a los que lo ejercen.

Sin embargo, lo de ayer, y lo del jueves pasado en el Bernabéu, resulta de un fanatismo tan patético, un espectáculo tan bochornoso que cualquier calificativo se queda corto.

80.000 personas –que se dice pronto- acudieron para ver vestirse de blanco a Cristiano Ronaldo; adoración con tintes mesiánicos, delirio colectivo e histeria generalizada, muchachos/as saltando al campo en busca del contacto con la piel del nuevo gran astro.

Y uno se pregunta si la humanidad habrá avanzado algo desde que Julio Cesar afirmara o negara con su pulgar en el Coliseo; también, sobre el hecho de que el destino haya querido hacer coincidir el devenir de la nueva galaxia blanca, la puesta de largo de este chaval de 24 años nacido de un deprimido barrio de Madeira y hoy convertido en dorado emblema del éxito, con el mediático funeral de ese otro genio, pero de la música pop, que pasó del suelo al cielo y de éste al más profundo de los infiernos. Y al que, eso sí, hoy tratan de restituir en su maltrecho trono para loor de las cuentas bancarias de aquellos que le dejaron solo mientras moría.

“Homo homini lupus” (Plauto)

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